Historia de un concepto afortunadamente olvidado que trajo tanto mal al fútbol uruguayo
Desde los primeros años del fútbol organizado como tal ha sido inevitable la relación de este deporte con el nacionalismo o el sentido de pertenencia de un país o una región, incorporando ya desde los primeros años el concepto de “Combinado” o “Seleccionado”.
Según la FIFA y los historiadores especializados, el primer partido internacional disputado entre dos países fue el jugado el 30 de noviembre de 1872 entre Escocia e Inglaterra, partido que culminó 0-0. Ya desde ese día se hicieron habituales este tipo de partidos en aquella parte del mundo.
En el Río de la Plata, se registran algunos partidos jugados entre “Combinados” de Montevideo y Buenos Aires a finales del siglo XIX, previo a la fundación de la AUF en 1900. Incluso el Albion FC organizó en 1898 un partido que jugaron un combinado de “Orientales” contra otro de “Británicos” conformado por jugadores ingleses residentes en Uruguay y marinos de buques que en ese momento se encontraban en el país. Lo que demuestra que el concepto que ya se manejaba en aquel tiempo en Europa también comenzaba a aparecer por estas tierras.
¿Pero qué pasaba en aquellos primeros años con las nacionalidades? ¿Qué jugadores podían jugar en un “Combinado” o “Seleccionado”?
Desde el primer partido de la Selección Uruguaya jugado el 20 de julio de 1902, y por varias décadas, los conceptos de “Combinados” de Liga y “Seleccionado” nacional eran prácticamente sinónimos. Lo que hacía que algún jugador inglés radicado en nuestro país pudiera jugar en el seleccionado nacional.
Cuentan los relatos históricos que para el comienzo de la disputa de la Copa Lipton, en 1905, el reglamento incluyó la condición de que ambos seleccionados, tanto el uruguayo como el argentino, jugaran con jugadores “criollos” nacidos en dichos países. Ante lo cual, se crea en 1906 la Copa Newton, también llamada “Copa de las Ligas”, seguramente para contrarrestar esta clara restricción y permitir a jugadores nacidos en otros países representar al representativo de su país de residencia.
Desde el punto de vista de la FIFA, el tema de la doble nacionalidad para partidos internacionales fue reglamentado a partir de los años 20, permitiendo que futbolistas extranjeros jugaran en una selección nacional, siempre y cuando hubieran residido durante 3 años en su país de adopción. Este reglamento rigió hasta los años 60, y permitió que jugadores como Atilio García, Juan Joya o Alberto Spencer jugaran partidos internacionales, incluso oficiales, en la selección uruguaya, habiendo jugado anteriormente en las selecciones de sus países de origen. Esta misma base reglamentaria permitió que Alcides Ghiggia y Juan Alberto Schiaffino, campeones del mundo en 1950, vistieran la camiseta de Italia durante las Eliminatorias para el Mundial de Suecia 1958, y que José Santamaría jugara el Mundial de Chile 1962 con España, luego de haber jugado el de 1954 con Uruguay.
En estas décadas de la “doble nacionalidad”, esta modalidad de extranjeros jugando en una selección nacional fue durante muchos años bastante más común que una “repatriación” de un futbolista que jugara en una Liga extranjera para disputar algún partido en su seleccionado de origen, pero no existía ningún reglamento que lo impidiera.
¿Pero cuál fue el primer “repatriado” en jugar en la Selección Uruguaya?
Habiendo chequeado los clubes de procedencia de cada uno de los partidos de la historia de la Selección Uruguaya, pude confirmar que el primer “repatriado” fue el delantero Juan Burgueño, más precisamente en 1947, y para la disputa de la Copa Río Branco en Brasil.
En aquel año Burgueño había debutado “no oficialmente” en la Selección uruguaya ante el combinado Rosarino, y luego disputado tres partidos más, todos como jugador de Sud América, que por aquel tiempo jugaba en la segunda división de nuestro fútbol.
Pero en marzo de dicho año, se concretó su pase al Club Atlético Atlanta de Argentina, que en ese momento formaba parte de la primera división del fútbol argentino, equipo que unos días después prestaría al delantero uruguayo para disputar estos dos partidos en Brasil.
Burgueño terminó jugando los 90 minutos de los dos partidos, que culminaron 0 a 0 y con derrota 3 a 0, lo que significó la obtención de la copa en disputa por parte del equipo brasileño.
La historia cuenta que Juan Burgueño solamente jugaría dos partidos más con la Celeste, que fueron dos amistosos de preparación para el Mundial del 50 ante Chile en Santiago. Pero sí terminaría formando parte del plantel mundialista definitivo y por lo tanto consagrándose campeón del mundo en 1950, pese a no llegar a disputar ningún partido.
Al margen de lo anteriormente expresado, vale la pena mencionar un hecho que podría ser para algunos perfectamente entendido como la primera “repatriación” de la historia, que fue la inclusión en la “lista de buena fe” de Uruguay de Antonio Urdinarán, en los Juegos Olímpicos de 1924.
Según el informe de la AUF, Antonio Urdinarán fue inscripto junto con Leónidas Chiappara, un arquitecto y ex golero de River Plate, previo al inicio del torneo, y ante la obligatoriedad de inscripción de 22 jugadores.
Lo de Chiappara está un poco más claro, ya que se trataba de un uruguayo radicado en Europa en ese momento, ex golero de River Plate, que acompañó a la delegación durante su estadía en Francia.
Pero el tema de Antonio Urdinarán es un poco más confuso y nunca he podido encontrar verdaderas certezas al respecto, más allá de lo expresado por el propio informe de la delegación.
Para comenzar, Antonio Urdinarán era un jugador activo, quién según el software “Atilio” de la CHyE de Nacional jugó el 13 de enero de 1924 ante Fénix para Nacional, y que en 1926 retornó al equipo “Tricolor” hasta su retiro en 1934.
Por su parte, y según algunas fuentes, durante el torneo Olímpico y hasta 1925 Urdinarán habría sido jugador del extinto Racing de Madrid, pero es un dato que no pude confirmar, incluso revisando el archivo de los diarios españoles “La Vanguardia” y “Mundo Deportivo” y chequeando la mayoría de los partidos oficiales disputados por dicho club entre 1924 y 1925.
Si este dato se confirmara, de alguna manera Urdinarán podría considerarse como el primer “repatriado” de la historia. Pero, esta falta de confirmación de su pasaje por el Racing de Madrid, más el hecho de que este futbolista no llegó a disputar ningún encuentro, ni siquiera en la gira previa a los Juegos, además de que no hay confirmación siquiera de que haya acompañado a la delegación durante el torneo, ya que en el informe de la delegación dice que “acompañó durante su estadía en España”, me hicieron descartarlo como primer “repatriado”, más allá de la mención.
Volviendo al caso de Burgueño como “primer repatriado”, en años anteriores podemos encontrar algunos jugadores que disputaron partidos con Uruguay y enseguida partieron a tierras extranjeras, pero que al momento de ser citados jugaban todavía en nuestro país.
Tal es el caso de José Benincasa, que debutó en Boca Juniors de Argentina el 30 de julio de 1916, habiendo disputado un amistoso con la Selección uruguaya ante Chile, junto con su hermano Miguel y como jugador de River Plate, el 14 de julio de dicho año.
También del campeón del mundo de 1930 Pablo Dorado, quién jugara su último partido en la Selección el 18 de mayo de 1932, todavía perteneciendo a Bella Vista, y que debutara “oficialmente” en la Liga argentina, jugando por River Plate el 10 de julio de dicho año, ante San Lorenzo.
También integraba el mismo plantel que Burgueño, en aquella Copa Rio Branco de 1947, José María Medina, quién luego de esos dos partidos jugados entre marzo y abril de 1947, partiría rumbo a Argentina para jugar con Newell’s Old Boys de Rosario, debutando “oficialmente” en la Liga argentina el 25 de mayo ante River Plate.
Posteriormente al caso de Burgueño, existieron varios intentos y gestiones por parte de dirigentes para lograr la ”repatriación” de algunos futbolistas. Por ejemplo, previo al Mundial de 1950 se intentó convocar a José “Loncha” García, quién en ese tiempo jugaba en el Bolonia de Italia. Pero ninguno de estos intentos dieron resultado, y no se volvió a insistir sobre el tema hasta 1972.
En aquel 1972, y con motivo de la Copa Independencia de Brasil, también conocida como “Minicopa” la selección uruguaya incluyó por primera vez en muchos años, a un futbolista que militaba en el exterior. Más precisamente, a Elbio Ricardo Pavoni que jugaba en Independiente de Argentina desde 1965.
Tras la mala actuación en la “Minicopa” logrando tan solo un empate ante el Portugal de Eusebio, y con dos derrotas ante la Unión Soviética y Argentina, la Selección uruguaya comenzó la preparación para las Eliminatorias rumbo al Mundial de Alemania 1974, solo con futbolistas del medio local y con Hugo Bagnulo como entrenador.
Luego de logrado el objetivo, y con el Mundial de Alemania en la mira, la AUF reemplazó a Bagnulo por Roberto Porta y se decidió por primera vez armar un seleccionado mixto con futbolistas locales y 7 “repatriados” que defendían con suceso en ese momento a clubes del exterior: Ladislao Mazurkiewicz (Mineiro de Brasil), Baudilio Jáuregui (River Plate de Argentina), Montero Castillo (Granada de España), Pablo Forlán y Pedro Rocha (San Pablo de Brasil) y Víctor Espárrago (Sevilla de España).
Con este plantel plagado de estrellas y con los auspicios de una muy buena actuación por parte de la prensa especializada de la época, partió la Selección rumbo a Alemania. Pero las cosas no salieron bien. El equipo nunca se encontró y terminó siendo una muy mala actuación, con tan solo un empate ante Bulgaria en tres partidos, un solo gol anotado y dos derrotas categóricas ante Holanda y Suecia.
Fuera por esta primera experiencia negativa o no, la historia cuenta que no se volvió a citar jugadores del exterior hasta la Copa América de 1983, habiendo pasado por dos Eliminatorias (1977 y 1981), dos Copas América (1975 y 1979) y la Copa de Oro de 1980/81.
Tras la clasificación a las Semifinales de la Copa América 1983, el técnico Borrás decidió convocar a Enzo Francescoli, quién ya se estaba convirtiendo en figura de River Plate argentino, y quién terminaría siendo un gran protagonista en todo este tema de los “repatriados” años después.
Por esas épocas, la Conmebol permitía hacer reemplazos a la “lista de buena fe“ de la Copa América al cambiar de fase, y Uruguay aprovechó para reemplazar al número 24 Juan Muhlethaler por Francescoli y al número 9 Fernando Morena, fracturado en el recordado partido ante Venezuela, por Venancio Ramos.
Llegaron las semifinales ante Perú, que Uruguay logró sortear, y después la historia conocida, final en Montevideo y en Bahia, con victoria y empate para Uruguay, grandes actuaciones de los dos reemplazos en la lista, y Uruguay campéon de América.
Luego del título de América, los “repatriados” fueron moneda corriente en la Selección Uruguaya, siendo grandes colaboradores para las dos clasificaciones consecutivas para los Mundiales de México’86 e Italia’90, la victoria en la Copa América Argentina 1987 y el vice-campeonato en la de Brasil 1989.
El 25 de junio de 1990, Uruguay caía ante Italia, por los octavos de final del Mundial.
Con un seleccionado plagado de “repatriados” ya consagrados en el exterior, y una larga preparación con resultados importantes, como la victoria en Wembley ante Inglaterra o el empate 3 a 3 ante Alemania Federal, los resultados en el Mundial no terminaron siendo los mejores.
Empate ante España 0 a 0, con un muy buen partido de Uruguay, derrota categórica ante Bélgica y victoria agónica ante Corea del Sur en la hora con gol de Daniel Fonseca, que permitió la clasificación a la siguiente fase. Y luego la ya mencionada eliminación.
A partir de este momento la crítica fue muy grande, y viéndola desde la distancia del tiempo transcurrido, bastante exagerada, tanto de la prensa especializada como por parte de protagonistas del fútbol en general. Dichas críticas eran dirigidas al entrenador Oscar Tabárez y también hacia los propios futbolistas, que “brillaban en el exterior, pero no lograban reflejarlo jugando con la Selección” resurgiendo con mucha fuerza el concepto mal entendido de los “Repatriados”.
Uno de los críticos más acérrimos hacia los jugadores fue Luis Cubilla, el ex puntero que había jugado los Mundiales de 1962, 1970 y 1974 con la Selección, quién declaró al extinto diario “Últimas Noticias” en octubre de 1990, entre otras cosas: “Yo no puedo convocar a un jugador que gana USD 20.000 por mes, que tiene las mejores ropas, el mejor auto y que viene para hacerles creer a sus compañeros que es bueno, pero en realidad les hace daño, porque dice: Si no nos pagan USD 1.000, no vamos a jugar con la Celeste, porque en el fútbol se gana mucha plata y eso hay que explotarlo. Eso es mentira, le está haciendo daño al tipo que vive acá adentro. Ese no es buena persona. Como él está bien, es fácil parar, hacer huelga, enfrentamientos y cosas… Entonces a mí me dicen repatriados y yo digo futbolistas uruguayos que quieran estar con la celeste”.
El 13 de marzo de 1991 Hugo Batalla asumió como presidente de la AUF, y con él Luis Cubilla pasó a ser el director técnico de la Selección uruguaya. Y aquellas declaraciones hechas meses atrás, republicadas por la parte de la prensa que ya parecía volcarse hacia uno de los frentes y algunos otros elementos, dieron origen a un enfrentamiento muy duro que duraría tres años, entre los principales futbolistas “Repatriados”; Enzo Francescoli, Daniel Fonseca, Carlos Aguilera, José Herrera, Ruben Sosa y su representante Francisco Casal; y el técnico de la Selección, Luis Cubilla.
Conflicto que desembocaría en la eliminación de Uruguay del Mundial de Estados Unidos’94.
En mayo de 1991 comenzó la preparación para la Copa América con jugadores locales y en julio se disputó el torneo sin jugadores del exterior también. Luego del torneo, existieron intentos fallidos de los dirigentes de acercar las partes, y algunas convocatorias del técnico para amistosos que fueron rechazadas por los futbolistas del conflicto.
Con la misma tesitura transcurrió 1992, intentos del presidente Batalla y de los dirigentes de turno, declaraciones de un lado y del otro del conflicto, convocatorias fallidas y 8 amistosos de bastante nivel, incluyendo dos partidos ante Brasil, uno ante Argentina y la visita del campeón del mundo Alemania con todas sus figuras. Pero todos jugados sin las máximas figuras de nuestro fútbol en ese momento.
Llegó 1993 y el técnico Cubilla incluyó en la lista de “buena fe” de la Copa América a José Herrera y Enzo Francescoli (ambos del Cagliari) y a Ruben Sosa (del Inter de Italia), y pese a que solo Francescoli llegó a concurrir a Ecuador, aunque no jugó, sí aceptaron concurrir a las Eliminatorias junto con Daniel Fonseca y Carlos Aguilera.
Pero la relación, como era de esperarse, no era la mejor luego de dos años de conflicto. Esto se vio reflejado en los resultados y Cubilla terminó siendo destituido tras culminar la primera ronda, con una victoria ante Venezuela de visitante, dos empates de local ante Brasil y Ecuador y una derrota ante Bolivia en La Paz.
El reemplazante de Cubilla fue Ildo Maneiro, quien logró mantener viva la esperanza hasta el final, logrando 3 victorias consecutivas ante Venezuela y Bolivia de local y ante Ecuador en Guayaquil, pero perdiendo 2 a 0 en Maracaná en el partido definitorio, con actuaciones realmente destacadas de Romário (que jugaba su primer partido en la Eliminatoria) y Robert Siboldi (que evitó lo que hubiera sido una goleada histórica).
Un final de historia previsible por lo que habían sido los tres años de la “Era Cubilla”, y la reinstauración del concepto “Repatriados” como término negativo y de uso habitual tanto para la prensa especializada como para el público en general.
Luego del Mundial de Estados Unidos fue nominado como entrenador de la Selección Héctor Núñez, quien llegó con un discurso conciliatorio, que pudo llevar a la práctica reuniéndose con los “Repatriados” que seguían en vigencia, asegurándoles su presencia en la Copa América a disputarse en nuestro país en Julio de 1995. Esto trajo un clima de paz a la selección, que terminó logrando el objetivo de ser campeón de América, peleando contra la presión de no ser los primeros en la historia en perder como locales un título oficial, y siempre contra el concepto de los “Repatriados” que pareció desparecer por un tiempo, luego de la consagración.
Pero comenzaron las Eliminatorias para el Mundial de Francia 1998 y los fantasmas volvieron. Algunos malos resultados provocaron primero la vuelta de Francescoli, quién se había retirado luego de la final de Copa América, y posteriormente la destitución, seguramente apresurada, de Héctor Núñez.
Ya en el medio de un mar de críticas hacia los “Repatriados” y jugadores en general, asumió Juan Ahuntchain, que dirigió durante algunos partidos con resultados dispares, siendo reemplazado por Roque Máspoli, quien dirigió las últimas fechas en las que se confirmó la eliminación de un nuevo Mundial.
Tras el Mundial de Francia’98 asumió el mando de la Selección el entrenador argentino Daniel Passarella, y Álvaro Recoba, que había debutado en 1995 en la selección mayor y había jugado algunos partidos de la Eliminatoria para Francia’98, se convirtió en el referente futbolístico, convirtiéndose también, sin darse cuenta, en el último exponente del concepto negativo de “Repatriado”.
Passarella terminó renunciando a mitad de camino, asumió Víctor Púa, máximo responsable de las Selecciones juveniles de Uruguay desde 1994 llevando a la selección Sub-20 al recordado vice-campeonato de Malasia’97, único mojón de cuasi victoria de alguna Selección uruguaya en toda la década de los 90s, al margen del título de América logrado en 1995, que incluso hizo que la gente se volcara a las calles para recibir a los futbolistas.
Bajo el mando de Púa, Uruguay logró la tan anhelada clasificación para el Mundial de Corea y Japón 2002, y seguramente fue allí que muy de a poco se comenzó a desterrar el concepto negativo de “Repatriados” del vocabulario del futbolero, con la aceptación de futbolistas que jugaban y triunfaban en Europa, pero que también se identificaban de alguna manera con el público uruguayo como Paolo Montero, Darío Silva o Fabián O’Neil.
Sin embargo, fue una Eliminatoria de mucha crítica para Álvaro Recoba, quien triunfaba en un Inter de Italia plagado de estrellas y que según la prensa y el público en general no lograba plasmarlo en la selección. Más allá de que, en realidad, fue vital para muchos de los partidos ganados por Uruguay en aquella Eliminatoria, incluyendo una gran actuación en vuelta del repechaje ante Australia (partido que significó la clasificación) y una actuación muy buena en el segundo tiempo del partido ante Senegal del propio Mundial, poco reconocida debido a la eliminación prematura.
Luego de la desilusionante eliminación en primera fase del Mundial de 2002, asumió como entrenador Juan Ramón Carrasco.
La selección de Carrasco inició el proceso eliminatorio con un resultado auspicioso, 5 a 0 ante Bolivia y con un juego muy vistoso, lo que parecía ser el inicio de las tan esperadas Eliminatorias sin sobresaltos, con clasificación directa. Pero con el pasaje del tiempo y los partidos, los resultados dejaron de ser los esperados y el juego se fue desdibujando, hasta llegar a la derrotá 3 a 0 ante Venezuela en el Centenario, que significó el reemplazo de Carrasco por Jorge Fossati antes de terminar la primera ronda.
Tras un inicio complicado, con sucesivas derrotas ante Perú de local y Colombia por goleada de visitante, la lluvia de críticas y el concepto de “Repatriados” volvió a aparecer, sobre todo recayendo sobre el mismo Recoba, quién seguía siendo el líder futbolístico del equipo.
Pero tras un tercer puesto en la Copa América de 2004, y con la vuelta de Paolo Montero incluida, se logró “enderezar el barco”, logrando una serie de buenos resultados, incluyendo el invicto en la ronda final de la Eliminatoria, que llevó a Uruguay al repechaje con Australia, algo que al momento de la llegada de Fossati parecía imposible. Ese repechaje finalizó con una recordada eliminación por penales en Sydney.
Pero, ¿cuándo dejamos de manejar realmente el concepto de “Repatriados” que hoy ya no forma parte del vocabulario futbolero?
En épocas de tanta crítica al proceso de Selecciones de Tábarez, se hace necesario reafirmar los conceptos de los cambios sustanciales que logró este proceso de trabajo en nuestro seleccionado. Pero enfocándonos solamente en este tema de los “Repatriados”, podemos decir que la abolición definitiva del concepto se dio justamente es este proceso.
Ya desde los inicios en 2006 y 2007, incorporando determinadas formas de actuar de los integrantes del plantel, apelando al profesionalismo y al respeto, la Selección de a poco se fue acercando mucho más a la gente y alejando conceptos negativos. Dichos cambios, sumados a la renovación de jugadores y a los buenos resultados obtenidos en 2010 y 2011, terminaron por sepultar el término. Y desde ese momento en adelante, incluso en momentos tan complicados como el actual, ya no existe en el vocabulario popular o de la prensa especializada el término “Repatriado”, con lo que el concepto significó históricamente en nuestro fútbol.
Santiago Rodríguez